Sin embargo no le importó. Se vistió para ir a su trabajo (a pesar del esfuerzo de ponerse la ropa en este cuerpo al que no estaba acostumbrado), leyó el periódico de siempre, se fue al trabajo a seguir órdenes que no le molestaba cumplir a pesar de que a veces no estaba acuerdo con lo que hacía. Tendría que cumplir la deforestación antes del fin de semana, puesto que el sábado tendría que ir a un mítin político en el que una vez más le darían instrcciones sobre como pensar, y el domingo iría a la igesia a expiar sus pecados.
Lo más extraño es que al salir a la calle nadie notó el cambio. Lo siguieron saludando como siempre. Y el notó, a su vez, que todos habían sufrido cambios similares durante la noche, aunque no tan drásticos: una oreja larga en una señora, lana en le cuello del chofer del camión. En algunos casos sí vio el cambio casi completo salvo por las manos o la boca. Y sin embargo, todos seguían haciendo lo mismo de siempre, nadie reaccionaba ante los cambios en los demás.
Pero al pasar por una esquina, vio a una persona que seguía con su forma humana por completo: era el loquito que cantaba en la soledad, el que hablaba solo y que a veces gritaba que él hacía lo que quería.
Él, que había sufrido la metamorfosis completa, se sorprendió y de repente comprendió:
Esa noche sólo un loco que seguía sus propias convicciones y que estaba en contacto con sus emociones se salvó de convertirse en un borrego.
3 comentarios:
no ma;sta re weno..
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